09 de Enero de 2011 | Mar del Plata |
Nota en el diario LA CAPITAL |
Las 8 preguntas para PATRICIA RATTO |
Por Fernando del Río para el Suplemento de Cultura 1) ¿Qué error le molesta más advertir en un texto literario y cuál es el último que halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer? Prefiero hablar de cuestiones que a mí particularmente me molesta encontrar en un texto literario, más que hablar de errores; y esas cuestiones son, por un lado, los lugares comunes y, por otro, que el escritor resuelva la ficción diciendo “todo” sin dejar espacio para la sugerencia, para lo no dicho, para que el lector termine de construir el texto. En cuanto al libro que acabo de leer, son dos nouvelles del escritor José Bianco, Sombras suele vestir y Las ratas, dos de los mejores textos de la literatura argentina y que, justamente, evitan todo lugar común, trabajan con la ambigüedad, la sugerencia, la sutileza, lo no dicho y necesitan de un lector que colabore en la construcción de la historia. 2) ¿Qué situación de su vida cotidiana encontró reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o cualquier otra obra de arte? La situación de formar fila tomando distancia antes de entrar a clases en el Colegio de la Sagrada Familia al que asistí, la estricta disciplina, el control del color de las medias, del largo de la pollera, del cabello que debía estar prolijamente recogido. He encontrado esas escenas, que viví sobre todo en la época de mi secundaria, reflejadas con gran exactitud en Ciencias Morales de Martín Kohan, que transcurre en el año 1982 en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Aunque, claro, el mérito de la novela no se agota en eso, sino en la manera de abordar la dictadura desde una ficción que se aleja del lugar común y trabaja desde un borde, desde un desvío, que la vuelve mucho más intensa y aguda. 3) ¿De qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras? La novela que estoy escribiendo en este momento tiene muchísimo que ver con Mar del Plata. Pero no quiero adelantar demasiado y esta es una regla personal que trato de cumplir: no cuento casi nada acerca de lo que está en proceso de escritura, hasta que no esté lo suficientemente listo como para salir a la luz. Lo único que puedo agregar es que es una historia en torno a la Guerra de Malvinas. 4) ¿Cuál es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción? El diálogo que mantienen Leto y el Matemático, durante casi una hora de caminata a lo largo de 21 cuadras, en Glosa de Juan José Saer. Toda la novela está cifrada en ese diálogo: lo que uno alcanza a conocer de los personajes, su forma de ser, su pasado y hasta su futuro, los hechos a los que ambos se refieren tratando de capturar un momento del que ninguno de los dos participó (el cumpleaños de Washington Noriega), y sobre todo esa idea que sostiene el texto -hecha carne en su propia escritura- acerca de lo inasible de la realidad a la que uno trata de atrapar con palabras. 5) Si le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y qué haría? Ayudaría a Naziazeno Barbosa, el protagonista de El día de las ratas, la maravillosa novela del escritor brasileño Dyonelio Machado, pues leí esa obra con la impotencia de quien tiene frente a sí una situación desesperante sin poder hacer nada para remediarla. Y a su vez, claro, con la admiración del trabajo magistral de Machado para contar esa historia, con un estilo absolutamente literario pero a su vez pegado a la lengua coloquial. La novela narra las peripecias de Naziazeno, un modesto empleado público siempre endeudado, y su obsesiva angustia por resolver una nueva deuda que tiene con el lechero para evitar que éste suspenda el suministro de leche para su hijo enfermo. El problema es cómo ayudarlo, ya que después de “acompañar” la travesía del personaje por la ciudad de Porto Alegre, uno entiende que darle el dinero no contribuirá en nada a saldar esa deuda, incesantemente renovada en otra y otra y otra más, situación que se ha convertido en una desalentadora constante en una vida que parece no tener salida. 6) ¿Recuerda haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles? Era chica y quedó ante mí, sobre el mostrador de la biblioteca a la que acudía bastante asiduamente a leer o a retirar libros,El juguete rabioso de Roberto Arlt. Supongo que me atrajo por el título, vaya uno a saber qué juguete pensé que me iba a encontrar allí. Tampoco sé por qué me lo metí en el bolsillo amplio de mi campera inflada (así se llamaban en esa época) en vez de retirarlo en préstamo. Lo cierto es que me sentí intrépida, aventurera y muy mala. El libro me quemaba en el bolsillo, caminé rapidísimo las cuadras que me separaban de casa y fui derecho a mi habitación a sacarlo de su escondite para comenzar a leer. No sé qué habré entendido en ese momento, pero sí recuerdo la intensidad de la lectura prohibida, cómo lo ocultaba debajo de la almohada y, sobre todo, la impresión que me produjo la escena del robo de libros que se narraba dentro de ese libro. Tal es así que, unos días después, regresé a la biblioteca y -cuando estuve segura de que nadie me observaba- lo devolví, dejándolo al pasar en una de las mesas de lectura. Ahora, a la distancia, podría decir que fue un robo acotado, quizás un préstamo sin permiso, pero por sobre todas las cosas fue la vida replicando curiosamente a la literatura. Claro que a esto ya lo ha dicho Wilde: "La vida, verosímil y sin interés, reproduce las maravillas del arte" y… bueno, ¡no voy a venir ahora a robarle la idea! 7) Un extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los libros. Solo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voracidad del hongo a otros tres libros. ¿Cuáles serían los sacrificados y cuáles los salvados? Comienzo por los salvados: El Quijote de Cervantes, La metamorfosis y otros relatos de Kafka y Poesía reunida de Arnaldo Calveyra (aunque debo confesar que no me conformo con rescatar sólo estos tres, haría lo que fuera para rescatar a muchos más del fatídico hongo). Para poner a salvo a los anteriores –y otros tantos, como ya dije- sacrificaría: un libro de cocina que heredé hace mucho tiempo y nunca uso (¡y que además no tiene recetas de comidas con hongos!), uno de autoayuda que me regalaron, nunca leí y nunca supe por qué conservé (aunque ahora empiezo a pensar que fue para poder responder esta pregunta), y una Historia de la Literatura, de cuando estudiaba en el secundario, que me hizo odiar -por un tiempo- a la Literatura. 8) Se le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría? A mis escritores predilectos -Henry James, Kafka, Borges, Cortázar, Bianco, Saer, Piglia, Zelarayán, Noll, Kohan, entre otros- vivo haciéndoles preguntas; por suerte, casi siempre encuentro las respuestas en los textos que ellos mismos han producido: sus propias ficciones, ensayos, conferencias, entrevistas, diarios, reseñas. Así que, para esta ocasión extraordinaria de una única pregunta elegiría hoy a Juan Rulfo y la pregunta sería: ¿Por qué dejó usted de escribir? Claro que, debo admitirlo, más que una pregunta que espera su respuesta, sería una pregunta que linda con el reproche, fruto del deseo irresuelto de leer otra obra de la calidad de Pedro Páramo o El llano en llamas. |